Hoy he pasado un rato muy agradable almorzando con un par de buenos amigos de la época de la facultad, de esos que afortunadamente creo conservaré para toda la vida.
Es una comida que realizamos últimamente con mayor asiduidad y que en el día de hoy tenía un motivo para el regocijo común, y en particular para el de uno de ellos.
Este, directivo en una empresa situada en un sector estrella hace años pero ahora en el ojo del huracán – no mencionemos nombres, todos lo tenemos en la punta de la lengua – se había visto obligado a buscar trabajo antes de que su empresa, acuciada por la crisis, decidiese prescindir de sus servicios.
La búsqueda no resultó fácil, había durado meses pese a su elevada experiencia y cualificación – entre otros, un MBA de escuela de prestigio internacional le avala – los tiempos no acompañaban, pero al final otra compañia, la cual hace años había protagonizado multitud de portadas de la prensa económica de este país, decidió contar con sus servicios.
Todo parecía maravilloso, había escapado del infierno empresarial en el que se hallaba sumido en los últimos años, y de su drama humano, y conseguía arribar a una bahía aparentemente protegida. Hasta aquí todo correcto, pero se nos ocurrió preguntarle por el horario habitual y una mueca desfiguró su rostro: «Bueno, mañana y tarde, hasta las ocho»… nos dijo con tristeza.
Se que mi amigo es de los que trabaja y mucho, de hecho hace años compartimos muchas horas trabajando en una empresa juntos y es de los que sabe remangarse… doy fe.
Quizás seas de los que cree que un directivo no tiene horario – por su cargo o por lo que gana – craso error, ya que debe tenerlo, y debe ser compatible siempre con su vida familiar… de esa forma rendirá mucho más.
Este hombre tiene dos niños de corta edad para los cuales, entre salir de casa y llegar por la noche de vuelta , tendrá que filmarse en vídeo para que le recuerden de nuevo los fines de semana.
Esta situación se me antoja en el siglo XXI de tercermundista, fruto de la costumbre arraigada desde hace años en los que se instauró la presencia del empleado de sol a sol, sin pensar en cuanto se producía, había y hay que estar, porque irse pronto esta mal visto. «¡Tuve unas reunión a las ocho de la tarde!» he oido decir alguna vez con orgullo a algún tarado adicto al trabajo, con sinceridad, no es para decirlo en público.
Te daré un dato, en el año 2007, El IESE y Adecco publicaron un estudio que concluye que España es el país europeo en el que más larga es la jornada laboral y menor rendimiento se produce por hora trabajada, es decir nos pasamos el día en la empresa pero somos los que menos producimos (PIB por empleado). ¿Es que acaso nos tocamos las narices en el trabajo?¿quizás es que al estar tantas horas «regulamos» nuestras fuerzas para ascender la pendiente en forma de semana que nos toca vivir?
En mi opinión, debemos cambiar esta forma de trabajar de forma radical, si en los países anglosajones o nórdicos, por poner un ejemplo, producen más en menos tiempo ¿no sería conveniente estudiar con detenimiento sus patrones de organización y conductas?
Un empleado feliz está comprobado que enfoca los problemas de otra forma, con alegria, optimismo y empuje, y para ello conciliar su vida laboral y familiar es fundamental, debe tener ocio, deporte, familia e incluso sexo, que a algunos no les debe quedar ganas ni para eso.
Dijimos en su momento que en tiempos de crisis (crisis ¿que crisis?), lo que se debía hacer era ser valiente, aprovechar sus oportunidades y evolucionar ¡ Pues trabajemos como este siglo se merece, y no como en la Edad Media!
Estoy convencido de que tenemos magníficos profesionales dirigiendo nuestras empresas, lo único que deseo es que sean tan valientes en el ámbito laboral, como lo son tomando decisiones de otro tipo.
La empresa que sepa adaptarse y dispare primero con «innovación laboral» en los tiempos que corren, será capaz de afrontar el despegue económico montada en su tabla sobre la cresta de la ola, pues un equipo humano feliz, conciliado y con el apoyo de sus familias, tirará del carro con inteligencia y entrega hasta la consecución de sus objetivos. ¿No crees?
¡Te deseo una gran vida!
Creo que estamos en una �poca fundamental para instaurar las bases de las nuevas relaciones empresa – empleado, por encima de sexos. Es complicado pero debemos trabajar, todos en la medida que podamos, para cerrar las brechas abiertas por siglos de haber afianzado costumbres err�neas y discriminatorias, que hoy en d�a se me antojan como medievales.
�Gracias por tu comentario!
Buen post para hablar del tan tra�do asunto del presentismo. Estamos en un pa�s donde siguen estando bien vistos quienes «calientan la silla» en lugar de quienes son capaces de cumplir unos objetivos de negocio frecuentemente en menos tiempo. Me gusta de forma especial que para poner un ejemplo de falta de conciliaci�n cites el caso de un hombre, puesto que en demasiadas ocasiones se asocia err�neamente la necesidad de estas medidas con las mujeres trabajadoras exclusivamente.