Hace un par de semanas tuve una conversación con una mujer directiva que me comunicó había sido citada por su nuevo jefe a una reunión a las ocho y media de la tarde.
Cuando escuche aquello, inmediatamente supe inmediatamente que el «homo adictus al laboro» había vuelto a aparecer en mi entorno cercano, y no pude por menos que compadecerla. Aquello no había hecho más que empezar.
Que es un adicto al trabajo? Con seguridad podemos decir que se trata de un infeliz incapaz de asumir sus verdaderos compromisos con su familia, con su vida interior y su entorno.
Estas personas suelen tener muy interiorizados el egoísmo, al vincular a sus horarios a todos los que pueden captar para su causa. En realidad, lo que están provocando con esta actitud es un altísimo grado de insatisfacción en la plantilla. Da igual que con los avances informáticos se pongan a trabajar en casa, en vez de estar en la oficina pues un email a horas intempestivas, o en fin de semana puede provocar tanto o peor efecto en la tropa – «yo estoy trabajando mientras tu andas holgazaneando por ahí» vendría a significar un mensajito de esta índole. Estos personajes no son capaces de priorizar calidad del trabajo, en vez de cantidad.
Hace años, un estricto pero gran profesional a cuyas órdenes tuve la fortuna de trabajar, al comentarle que estábamos desbordados de trabajo – yo dirigía entonces un amplio equipo comercial – y ampliábamos con carácter habitual nuestro horario laboral, me indicó con una mueca de disgusto que o bien teníamos mal dimensionada la plantilla, o es que no sabíamos trabajar.
Aquel incidente en su momento significo un golpe en la línea de flotación de mi prurito profesional, pero después de recapacitar y hacer una autocritica constructiva, nunca supe como agradecérselo suficientemente. Rediseñamos nuestros métodos de trabajo, optimizamos tareas y desde aquel momento, tuve un equipo más implicado, más profesional y según ellos mismos me dijeron, con un mayor grado de felicidad.
Volviendo al caso de la directiva, obviamente llegar y montar una reunión a esas horas, demuestra de una forma directa, primitiva y sin atisbos de elegancia que su nuevo jefe requiere de ella una dedicación total, y que el respeto a los demás no figura en su escala de valores.
Cuando un directivo llega a un nuevo «fortín», debe demostrar que está capacitado para dirigir el mismo, pero eso no significa que pueda pasar por encima de los derechos fundamentales de los miembros de su nuevo equipo, sino todo lo contrario, debe respetar al máximo a sus nuevos compañeros de viaje, solo de esa manera conseguirá hacerse respetar y llevar la nave al puerto con el mayor de los éxitos posibles.
Esperemos que poco a poco consigamos erradicar este tipo de comportamientos, por el bien de las empresas, de las personas que las conforman y de la sociedad en general.
RT @factoriaexito: Adicto al trabajo http://t.co/mCJhmioJcz
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