Querido Director General:

Querido Director General:

Permítame que me dirija a usted para recordarle amablemente que yo no soy tan solo una máquina de generar ingresos para la compañía. No soy un recurso más, como una mesa, un ordenador o un software informático. No soy tan solo un número en su cuenta de resultados que aparece en la partida «gastos de personal», ni soy solo un medio de producción.

Soy una persona. Un ser humano, mente, corazón y alma. Tambien querría recordarle que soy padre, amigo, compañero y esposo. Soy tantas cosas que usted no ve, que me entristece.

Me entristece que solo se dirija a mí para pedirme cuentas, y juzgarme en función tan solo de números que no cuadran exactamente con sus previsiones. Quisiera recordarle que los numeros los hacen las personas.Sí, las personas y solo las personas. Las empresas son solo personas que unidas en un propósito luchan por la consecución de unos objetivos. Pero las personas no son números.

Yo tengo una vida. Una vida que no quiero hipotecar en un trabajo, pero no debe enfadarse conmigo por eso y tampoco se confunda, estoy dispuesto a darlo todo mientras esté aquí. Trabajo para vivir y no vivo para trabajar como a veces parece que quisiera usted que yo hiciese. Pero yo se bien que usted tampoco. Porque he visto las fotos de su despacho, usted feliz y sonriente rodeado de su mujer y de sus hijos en el chiringuito de la playa. Usted en el campeonato de mus del sector o usted recibiendo orgulloso aquel premio junto a los compañeros en el torneo de padel de la empresa.

Querido Director no pretenda engañarme, usted también sabe aunque quizás lo olvide a menudo, que esta vida es mucho más que una rentabilidad del 20 o del 50.

Yo quiero trabajar y me gusta lo que hago. Pero tiene que entender que yo quiero más que una simple nomina a final de mes. Yo quiero sentirme parte del equipo, orgulloso de pertenecer a él. Y quiero respetar y apreciar a aquel que ha decido cargar con la mayor responsabilidad, usted. Pero necesito sentirme bien, apreciado, querido y valorado.

Querido Director, yo no soy el enemigo. Yo no soy el golfo que viene a echar horas por un suedo a fin de mes, jugando con el dinero de los accionistas. Si, ya se que algunos lo hacen pero quizás lo hagan porque nunca nadie se preocupó por ellos. Porque no hubo un líder que les ayudó a encauzar sus carreras, a desarrollar el sentido de la responsabilidad, a disfrutar del sentimiento de pertenencia al grupo en pos de un bien común, a sentirse querido y valioso.

Yo se bien que cada uno en esta vida juega un papel, yo sé que usted juega el que quiere jugar. Deje ya de darse tanta importancia a costa de quitársela a los demás. Usted hace lo que le gusta hacer y yo, yo estoy en ello.

Una vez leí que un director general debe «hacer hacer». Que ha de ser un coordinador de esfuerzos, el conductor del carro, el lider que inspira y motiva dando ejemplo.

Sonríame por la mañana, preocúpese por mis asuntos, ayúdeme a superarme, ayúdeme a disfrutar del tiempo que paso en la oficina. Ayúdeme y yo le ayudaré.

Querido director, ¿de verdad cree que estamos aquí para otra cosa que no sea para ayudarnos los unos a los otros a ser felices? Cada uno en su papel.

Algun día nos jubilaremos y nos encontraremos quizás paseando por el parque, de la mano de nuestros nietos, ¿y sabe qué? me gustaría alegrarme de verle y darle un abrazo y recordar los años pasados, compartidos, luchados, disfrutados, juntos, formando equipo.

Un día alguien me dijo que yo era un mercenario, que cambiaba de empresa con frecuencia y él daba por sentado que lo hacía por dinero. Se sorprendió cuando le dije que tenía razón, que era un mercenario pero no un mercenario dispuesto a luchar donde mejor le paguasen si no allí donde mejor le tratasen.

Mire señor director, esta vida es extraña. Nos pasamos la mayor parte del tiempo en el trabajo en busca del dorado. Seamos rentables, debemos serlo pero solo compensará el esfuerzo si lo hacemos juntos y disfrutamos en el camino, juntos, remando en la misma direccion, en el mismo barco. Si no es así, no cuente conmigo. Yo ya no busco el dorado, busco sentirme bien, ser feliz, disfrutar el momento, ayudar, compartir y sentirme apreciado por los míos. Busco mi sitio como seguramente usted también lo haga.

Solo hay una manera de conseguir cualquier objetivo y es haciéndolo juntos. Solos, no conseguiremos nada que valga la pena. No se aisle en su despacho, detrás de esa mesa tan grande, de ese traje tan caro y esos zapatos de marca.

En verdad somos las misma cosa creyendo tener objetivos diferentes, pero al final tanto usted como yo solo queremos ser felices mientras andemos por este extraño mundo que nos empeñamos en hacer hostil usted y yo. Yo me rindo. Ya no le veré más como el enemigo, el patrón o un negrero. Ya no quiero hacerlo más.

Recuerde que estamos en el mismo barco, asi que cuando me mire, vea solo lo que nos une y no lo que nos separa.

Perdone mi atrevimiento.
Con aprecio.
Firmado:
Una persona, una mente, un corazón, un alma.

Enrique Miralda

Tipo muy normal con la obsesión muy obsesiva de estar en paz. De Madrid de toda la vida. Ya con años, pero con alma de chaval. Trabajo en esa cosa rara llamada internet, intentando ayudar a mis clientes a optimizar su negocio en la red.

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