Nacido con el síndrome tetra-amelia, un trastorno congénito que se caracteriza por la ausencia de las cuatro extremidades, Ototake logró completar sus estudios, ingresar en la prestigiosa Universidad Wasada y convertirse en un conocido periodista deportivo antes de dar un giro a su vida y sacarse el título de maestro de escuela. «Quería tener la oportunidad de transmitir a los niños algo que no está en los libros de texto», dice este profesor de 37 años. «La aceptación y el respeto hacia los que somos diferentes».
La película sobre la vida de Ototake está basada en su experiencia desde que en 2007, tras dos años de formación, comenzara a impartir clases de ética en la escuela Suginami Dai-Yon, en Tokio.
Las campañas de Ototake por sus derechos han llevado a empresas e instituciones a mejorar el acceso a edificios y oficinas, exponiendo en el camino una cultura que marginaba a los discapacitados en el trabajo. La publicación de su biografía Nadie es perfecto tenía como principal objetivo acabar con la condescendencia con la que la mayoría de los japoneses trataban a personas como él. El éxito del libro, con cinco millones de copias vendidas, se debe en parte a la mezcla de humor, determinación y optimismo con la que Ototake se enfrenta a obstáculos que van desde subir las escaleras –ha aprendido a hacerlo gateando– a encontrar pareja. «No importa lo mucho que queramos disimularlo», escribe en su obra. «En el amor tenemos alguna desventaja».
Ototake atribuye sus logros al espíritu de superación que le transmitieron sus padres. Los médicos que asistieron a su madre durante su nacimiento tardaron un mes en mostrarle al bebé, temiendo su reacción. Cuando finalmente se decidieron, su respuesta fue un escueto: «¿No es adorable?». Fue el principio de un terco empeño materno en que la sociedad japonesa viera a su hijo como a uno más, pidiendo a los profesores de su escuela que lo trataran sin favoritismos e inscribiéndole en el equipo de baloncesto, donde jugó gracias a unas prótesis.
Ototake continúa practicando su deporte favorito en el patio de la escuela Suginami Dai-Yon. «Cuando los niños ven mi cuerpo creen que es imposible que pueda driblar o lanzar la pelota», asegura. «Cuando lo hago les estoy dando una lección: no importan las dificultades, nunca deben rendirse».
fuente: elmundo.es
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