Esta palabra, a más de uno, entre los cuales yo me incluyo, nos trae infaustos recuerdos… el colegio, los deberes, más tareas… los castigos…. ¡bufff! ¡Estoy por dejar de escribir esto! Pero no, no lo hará… creo que nos merecerá la pena dedicarle unos minutitos a esta palabreja.
La disciplina, es uno de los ingredientes principales del éxito, pregúntenle a todas esas personas que han llegado a lo más alto en su campo, y ni uno de ellos se olvidará de mencionarla… el homo exitosus, la lleva tatuada en su piel…
En mi humilde opinión, hay dos tipos de disciplina, la mala y la buena. La primera es la que nos viene impuesta desde el exterior, la que nos fuerza, la que va en contra de nuestra propia forma de ser, de nuestros objetivos, de nuestra felicidad… ¡olvidémonos de ella!
Por otro lado tenemos la buena, esa por la que nosotros nos dejamos abrazar, esa que va unida a la lucha por nuestros objetivos, por hacer realidad nuestros sueños… esa que la aplicamos desde dentro, sabiendo que nos va a requerir un esfuerzo, pero convencidos de que habrá merecido la pena…
Dijo Wayne W. Dyer que “la virtud de la autodisciplina es como un cable de alambres, ¡Varias telarañas unidas pueden atrapar un león!…”
La disciplina no es un don, sino que se puede desarrollar… ¿cuántas veces de las que la has aplicado has conseguido el resultado deseado?… estoy convencido que si contestas con sinceridad, el porcentaje será alto, muy alto.
Si mezclamos la disciplina con la eficiencia, o lo que es lo mismo, con la pereza inteligente (es decir, ya que somos perezosos esforcémonos en lo que nos motiva), habremos conseguido aplicar la disciplina a aquellos campos donde estamos enfocados y donde conseguiremos resultados lo suficientemente motivadores y con altas recompensas para nosotros, como para lograr que ese hábito se acabe instaurando en nuestra forma de trabajar, pensar o movernos por la vida…
Vamos que andaros con ojo de cómo, dónde y cúando intentéis aplicar este hábito, pues el efecto rebote puede acabar por esconderlo en lo más profundo de vuestro sótano, ese donde se almacenan esas cosas y que casi con total seguridad jamás volveréis a sacar a la luz.
¡Qué inicies la semana con buen pié!
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